jueves, 31 de octubre de 2013

Las horas perdidas ( César )

 Detalles:

Ante el continuo malestar que sentí en la parte derecha decidieron llevarme al hospital. Allí, en urgencias, pasé un tiempo largo, interminable, esperando que alguien me atendiera.
El dolor era cada vez más agudo. Absorbía toda mi atención.
Sudaba. Tenía frío.
Aquella sala estaba atestada de gente, de quejidos, de caras congestionadas, de miradas solidarias, compasivas, de aire caliente con olor a medicinas, a retrete, pues las puertas de éstos no cerraban del todo y salía un olor a excrementos pútridos y a orines, repugnante. Sentí náuseas.
Vomité.
No sé si por el fétido hedor o por que algo andaba mal en mi organismo pues había sangre en el vómito.
Alertados por esto vinieron por mí.
Entre dos celadores –después de limpiar la vomitona- me tumbaron en una camilla por la imposibilidad de ponerme en pie, y conmigo encima de ella se dirigieron a una habitación más pequeña y limpia. Con luz blanca, lechosa.
Una doctora, joven, amable, incluso cariñosa, estuvo auscultando la parte dolorida y dura, como las piedras. Me hacía preguntas mientras tocaba con sus manos frías el vientre. "Dime si te duele más cuando te aprieto aquí". "¿Tienes dolor en el pecho?". "Lo siento no podemos darte nada para el dolor, de momento, eso enmascararía el problema, debes aguantarlo"... Siguió tocando...
Sin desearlo y sin saber porqué tuve una absurda erección que obviamente no venía a cuento ni era momento para ello. Observé preocupado que se había dado cuenta.
-"Tápeme, por favor, se lo ruego".-Supliqué avergonzado.
-"No te preocupes es una reacción fisiológica normal e involuntaria".-Su comprensión me tranquilizó y la "reacción fisiológica e involuntaria" se apaciguó.
Hicieron radiografías y análisis. Consideraron que debían operar urgentemente.
Era una perforación de estómago.
Me asusté.
Nunca había estado en un quirófano, siempre he sido fuerte y sano. Esas cosas suelen pasarles a los demás, como la muerte, pero nunca me planteé el que pudieran ocurrirme a mí.
A partir de entonces todo fue rápido. Me llevaron a una sala –el quirófano- muy iluminada y fría, muy fría, a pesar de que estábamos en el mes de Julio. El frío hizo que tiritara. El quirófano estaba lleno de gente, médicos y enfermeras con mascarillas verdes, vestidos de verde, sábanas verdes... todo era de color verde. Con rapidez me trasladaron de la camilla a la cama en donde iba a ser operado.
Me encontraba mal, realmente mal... ¿Y si muriera?... Quitaron mis ropas. Me dejaron desnudo encima de la mesa de operaciones.
Volví a sentirme avergonzado, indefenso y... solo.
Una enfermera echó una manta encima de mi cuerpo mientras se preparaban para la operación. De esa forma entré algo en calor al tiempo que ocultaron mi desnudez. Lo agradecí.
Ajustaron una mascarilla en mi cara. En el dedo índice colocaron un objeto en forma de pinza, supuse que sería para control de la tensión o algo así. Vi que inyectaban un líquido en el catéter del brazo.
Rezaba... rezaba. Sólo rezaba.
La enfermera dijo que contara de diez hacia abajo en voz alta. Empecé...
-"Diez.... nueve... "tengo miedo".-Le dije...
-"Es normal". -Respondió ella acariciándome la cara...
-"ocho.... siete... seis... cinco..."
No recuerdo más, y esto es lo terrorífico, lo verdaderamente terrorífico, lo que me obsesionó durante mucho tiempo de tal manera que aún no consigo pensar en ello con la serenidad suficiente como para indagar qué pasó realmente.
Qué fue de aquellas cinco horas perdidas de mi existencia donde no subyace ni un solo recuerdo que me demuestre que seguía con vida durante ese tiempo en el que estuve sin conciencia, sin ningún pensamiento o sueño que alterara mi inmovilidad tanto física como psíquica, y sobre todo, sin saber si estuve vivo o muerto.
¿Será así la muerte?...
Recordando aquellas horas, cuando intento pensarlas o analizarlas, son como un intervalo uniformemente negro en el que hay un antes y un después, intervalo que no puedo traspasar por mucho que me he esforzado en hacerlo. Es un espacio limitado, eso sí. Una zona inmóvil en un tiempo de ennegrecida e inerte quietud, en el que no percibí ni alegría ni dolor, ni tristezas ni preocupaciones...
No sentí nada de aquello que configura una vida...
Desde aquel entonces, una de las cosas que más me preocupan es... <
Caer en la nada...
por que... ya estuve allí.... en aquel vacío oscuro sin... VIDA.
No me gusta recordar aquella sensación.
¿Qué pasó con aquellas cinco horas? Mi cuerpo estaba allí, en la mesa de operaciones, pero... yo... ¿dónde estaba yo?...

No hay comentarios:

Publicar un comentario